miércoles, 13 de febrero de 2013

LOS ALCÁZARES/ En un municipio turístico la buena imagen es algo prioritario.



Morente. Eurovillas VI.
Residencial Nuevo Principado.

 Una imagen vale más que mil palabras. Si hablamos de publicidad incontrolada, de mala imagen urbana, todo vale en Los Alcázares. Cualquier superficie es buena para que el “anunciante” de turno deje su mensaje. Con cinta adhesiva, pegamento, alambres, bridas e incluso clavos. No se respetan los árboles, fachadas, puertas, farolas y señales de ordenación vial. Cualquier superficie vertical, horizontal, incluso el suelo, es bueno para dejar el mensaje. El primero al que se le ocurra puede servirse de una farola, un poste o el soporte de una señal de tráfico, para dejar su contribución estética urbana. Para iniciarse en esta técnica es suficiente  un papel escrito a mano y  cinta adhesiva. Así de simple. A medida que aumenten los medios disponibles, se puede llegar incluso a carteles (metal y madera) sobre el suelo, apoyados en las paredes o atados por parejas en árboles y farolas. Algunos hosteleros del Paseo Río Nalón son auténticos maestros en esta técnica. En cualquier caso la imagen que se transmite es negativa, habla mal de los responsables de cuidar el entorno urbano y da pie para pasar a mayores: pintadas en las fachadas, destrozos en el mobiliario público, maltrato del arbolado y un largo etcétera de todo lo que no debe ocurrir en un municipio turístico, del Mar Menor. Los residentes y los visitantes merecen lo mejor. Los primeros pasos que hay que dar ya son: limpieza, vigilancia y acción.


No hablo solo del producto que se ha impuesto durante los últimos años, una hoja DIN A4 con dos tercios del espacio destinado al mensaje/anuncio y una hilera de trocitos para desprender, con el teléfono de turno, sino de auténticos anuncios elaborados por profesionales para bares, restaurantes y servicios, en madera o cartón plástico a todo color, colocados a cierta altura, fuera del alcance la mano. También me refiero a esa plaga que invade las ciudades: las pegatinas.  Un puñado de gestores que, a nivel nacional, operan con censos de profesionales y publicitan números de teléfono móvil a los que podemos dirigirnos para requerir los servicios de fontaneros, cerrajeros, electricistas, antenistas y un largo etcétera. Atienden la llamada que demanda un servicio y la derivan a su contacto más próximo. En algunos casos, profesionales locales se suman a este tipo de publicidad. Hasta ahí, casi nada que cuestionar. A partir de ahí nadie puede colocar en fachada, puerta o ventana ajena una pegatina que ensucia y que, en muchos casos, al retirarla deja señal o levanta la pintura.


Todo esto puede mejorar. La imagen debe ser otra. En todos los casos comentados hay un teléfono a la vista. Para que la actuación no vuelva a repetirse hay que llamar a dicho teléfono, recriminar al titular, advertirle para el futuro y, si reincide, sancionarle en los términos previstos por la normativa. Así de fácil. Tan sencillo como conseguir que el mobiliario hostelero (incluso carritos de supermercado y bolsas de basura) no se apile día tras día, todos los días, en calles plazas y paseos: si el propietario no los retira de la vista, que lo hagan los empleados del Ayuntamiento y los lleven al depósito municipal. Los alcazareños de hecho, de derecho o de paso, merecen otra imagen. La mejor imagen urbana.  

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